sábado, octubre 15, 2005

Rojo

Desprendía fuego su piel cuando sus ojos se cruzaron en el recorrido de la noche.
El angosto pasillo colaboro para que sus cuerpos se rozaran cuando la transpiración adhería un brazo con el otro.
Sus labios sugirieron deseo…
Los dedos parecían imanes, no había manera de despegarlos.
Ardió el mundo entero, tembló la tierra, caían las nubes mientras se confundían sus cuerpos, cuando parecieron uno.
Que infrenable necesidad de ahogarse en las llamas del infierno más dulce los sedujo
para que nunca, otra vez, se animaran a probarlo.
La mañana los descubrió colgados de excusas para no comenzar a despedirse y el sol se planto ponente en lo alto exigiendo respeto.
La ironía se hizo cargo de aumentar las distancias cuando los intereses no cedieron.
Todavía se sienten en aquella noche añorando tardes que no fueron, palabras que no se dijeron y la impotencia y la bronca ante la falta de insensatez, ante la cobardía frente al riesgo que se exigían.
Se buscaron por las calles, en los besos ajenos, en otros pasillos, en otras risas…La corriente del tiempo se llevo los escasos recuerdos y ese perfume incomparable del rocío al amanecer de los placeres.