jueves, agosto 28, 2014

    Porque sometieron la experiencia al juicio ajeno, más que a las sensaciones propias,  hoy los miran cuando entran.  Con las manos sueltas y el corazón apretado. Un par de palabras poco inocentes que juegan a ser amables pero que desde cerca y a la distancia son una cuchilla caprichosa, llena de peros sin fundamento.
    Hace años no hablan de otra cosa que de nada, porque ese juicio extranjero no los deja decidir. Una luna inmaculada robo el deseo en la mirada, una imanada atracción no descansa y el prejuicio de ellos mismos separa  los destinos, a no ser que la propia vida los reúna en algún lugar de la Ciudad, cuando el viento deja de soplar sobre las baldosas y sube, enfureciendo el cielo hasta que vuelven a separarse.
    No alcanza con que no sea. Tiene el destino que recordarles todo el tiempo el dolor de no haberse arriesgado a tiempo y para eso no hay consuelo. Lamentar, se lamentan todos pero nadie vive con la carne enrojecida como ellos, porque todavía queda la atadura de la piel cuando hace cosquillas e insinúa que una magia que se calla dice todo lo que las palabras no nombran. La certeza del calor en las mejillas, la espalda que se acomoda cuando vienen, que estremece por delante cuando van, un jazmín que florece en el primer sol fuerte y se muere porque falta el último frío.
    Y ahí están, uno que cruza la calle y ve por la ventana a otra que hace de cuenta que no ve y revisa el celular para ver si fue vista. Un tango que el primero dejo a la mitad y la segunda no aprendió a bailar por miedo.
    Todos los ven, y nadie sabe que al final del día casi ni se acuerdan que los años entierran lo que esos mismos años desentierran al salir por la misma puerta, de la misma calle, del mismo barrio a mil kilómetros de distancia. 

viernes, agosto 01, 2014

            Y sin embargo todavía te busco en el recuerdo. Todavía espero que regreses a ese lugar del pasado donde había un fondo más allá del ojo.
            El recorrido de mis piernas cuando giran, someten mis deseos a otra vuelta de amores sueltos en el aire. Y ahí te encuentro, entre el humo y el ruido. Estas, en cada una de las esperanzas que se despiertan encontrándote en un momento. Es difícil omitir el detalle de tu voz entre la gente, tu presencia cuando no estas. Un pedido desesperado y silencioso que ruego para no volver a irme detrás de algo tuyo que no existe. La interpretación de tus palabras, una sonrisa que no comprende que acá, de este lado del corazón, existen sueños.
            Es más intrincado cuando hay algo en tu energía que ondea con la mía, el vapor del agua hirviendo, el rastro de un fósforo cuando se apaga, la danza de un sahumerio cuando prende. Y al final, la ceniza de un fuego que no fue.
           Voy a estar pidiéndole al deseo que se vaya, agarrando de la mano tu estrella. Voy a tomar por la cadera el plano inclinado por el que se desliza mi idea, hasta quedar en equilibrio, para que no te vayas pero no me peses. Un par de pasos apresurados que me persiguen y te persiguen, siempre yo corriendo en círculo, tocándome la espalda. Un tierra colorada que despeja mis marcas, como si pudieran borrarse las pisadas.