martes, mayo 27, 2014

TEMA LIBRE – EN PAREJA - con Diego Lanis. (Otro del Taller Literario)

              Hace mucho tiempo me dijeron que al mirar al espejo, debía intentar entender el otro lado. Días atrás empecé a comprenderlo, cuando acercándome al espejo casi lo toco con una de las mejillas. Ese roce provoco un sobresalto en mí, no por el contacto sino más bien por la transformación del material al reconocer mi piel, entonces, decidí alejarme unos pasos.
             Cuando volví sobre él, me vi obligado a sumergir mi cara en el agua de la pileta de la quinta de Moreno. Fui  feliz muchos veranos, de manera que me entregue al buceo profundo. Justo cuando estaba por emerger, el espejo se fragmentó cayéndose en partes al suelo.
            Intente armar el rompecabezas tratando de no cortarme, fue en vano. La sangre brotaba de las yemas de mis dedos, e impregnaba cada centímetro de vidrio que recogía. El ardor que las heridas provocaban  no solo era más intenso sino que bajaba hasta la rodilla.
            Quise ponerme de pie con tan mala fortuna, que al apoyar una de mis manos un trozo pequeño se incrusto en la palma. Ahora la sangre era un rio caudaloso que bañaba la alfombra del living.   
            Con ese sufrimiento a cuestas, alcancé a tomar el marco del espejo para no caerme; el barandal del corredor casi me lanza al vacío. Del susto reboté incorporándome a una geografía que no era ni un lado ni el otro. Una cartografía desconocida para un cartógrafo que ahora no tenía referencias.
             Los trozos se unían, como un imán inherente, reconociéndose en un reflejo nuevo, virgen de juicios.