jueves, septiembre 28, 2006

Las partículas flotan en el aire. Lentamente va conformándose una nube grisácea, el polvo va envolviéndola.
El sol va filtrándose por la ventana, las agujas del reloj acusan el paso de las horas; apurándolas, voy deseando.
Las pisadas en el asfalto repasan el proceso por el cual fui midiendo las eternas distancias.
Lánguidas figuras, como sombras fugaces, rodean mi cuerpo. Voy trasladándome a la par de una suave brisa.
Tomo cortos tragos de tranquilidad cuando asumo la tarde y tu compañía es tan necesaria…
El agua tibia calma mi espíritu, ocupa mis movimientos en intervalos calidos donde el pensar se vuelve intolerante.
No hay ruido que no me haya invadido, fui escapándole al desconsuelo enfrentándome al reflejo que irradia el pasado mas cercano; perseguida por el dolor, enrede hilos trabando salidas inmediatas.
Qué inevitable lagrima me hace caer en la cuenta al desgarrarse mi corazón, que ya no late como antes.
Diferente a todo, la luz enceguece la mirada, complicando el transito hacia un ser mas humano, reinventado, ocupado en ideas algo imprecisas.
La mañana va mostrándome algo similar a las soluciones cuando dejo que el resplandor dorado acompañe los intentos por evitar caer nuevamente, postrada, aturdiendo un interior que no quiere volver a derrumbarse, que da batalla a las ganas de lo que no puede ser, rodeada de negativas y posibilidades que de a ratos conforman…

jueves, septiembre 14, 2006

“En frente mi corazón, en frente yo.
La imaginación es capaz de vagar por los rincones más recónditos de la inconciencia buscando qué cosas aquejan mis sueños cada noche.
Tras un conjunto de frases armadas voy tomando tragos cortos de buen humor en la tarde cálida por la que va asomándose el sol temprano que antecede la primavera de cuánta ilusión persigue el alma que busca enamorarse de la felicidad propia que nunca llega.
La verde vegetación pinta la vereda amarilla cuando la brisa fresca del fin del invierno empapa mi interior con la esperanza de que esta vez realmente sea una buena oportunidad, de que esta vez el bienestar llegue y se quede mientras el ruido de las teclas va dando rienda suelta a las palabras que hablan de mí.
El crepúsculo enrojece el cielo cubierto de nubes rosadas a la par de mi latir eufórico cuando caigo en la cuenta de que la noche esta vez no arrancara pedazos de mi piel malgastada, reseca, por haber derramado lágrimas por bocas que no quisieron encontrarme en las madrugadas mas frías de un otoño que quiso encarnarse en mis ojos y en las manos maltrechas de tanto escarbar en la tierra que no supo dar frutos, precediendo a un verano que me encontró persiguiendo sueños que tampoco fueron más que un sonrisa en terminales y rutas.
Cuando el asfalto se quiebra de tanto peso cargado no queda más que restaurarlo, dejando ver el empedrado de un pasado más simple, sin tantos rodados, ni carrocerías, ni caballos de fuerza.
En carne viva, mi vida, va reconstruyéndose bajo incendios que no son más que fuego en mi historia en donde las llamas abrazan mis días, donde seguro el futuro arda pero con más calma.
Cotidiano, el rutinario aburrimiento me descubre viajando en ideas que fueron, que son y serán quienes llenen mis vacíos cuando busco reencontrarme con la persona que supo reír y quiere volver a hacerlo.
Haciendo catarsis voy rellenando renglones, tranquilizándome tras el análisis conciente acerca de qué cosas me roban la estabilidad.”
Así, fue que desprendía de sí los pensamientos dejándose ser en el atardecer de agosto, esperando la primavera con reales ansias de salir al mundo aprovechando el sol.
En las amistades que saben darle la seguridad que busca, encuentra consuelo y abrigo. Cuando los ruidos van distrayendo su atención de la pantalla, escribe, razona y vuelve a escribir soltándose, emocionada, sabiéndose estabilizada. Sus manos, que se habían transformado en puños cerrados por la bronca, el rencor, el dolor, hoy se relajan, dejando correr el agua. La transparencia del aire va llenando su cuerpo, limpiándolo.
No quiere permitir que la angustia la invada, aunque sepa que ésa sensación a veces es más fuerte y sólo debe aprender a manejarla, aguantarla, controlarla, como sea, de la manera que sea, como quieran llamarla. Al fin de cuentas se sigue tratando del amor que no es, del que espera y desespera, de la forma que tenga, de lo que sea que signifique, de quien quiera ser que lo protagonice. Hay muchas maneras de amar, hay muchos a quienes amar y hay muchos en quienes encontrará correspondencia. El amor, en sí, tiene muchas formas, y una sola: el corazón.
El farol de la noche, pega sobre la calle que sufre la poca humedad que va quedando, la tele cubre el silencio de la máquina con diálogos acerca de infidelidades.
Que aventurero resultó su espíritu, que osado, que desafiante su mirada. Las puertas se van cerrando, cuando al volver a casa, la encuentra sumergida en la creación de un intento de falsa ficción.
Cuenta las horas, los minutos, los segundos que entristeció en silencio, el mismo que fue testigo de su lento marchitar, flor sin jardín.

A veces el malestar se vuelve intolerante.
Absorbió nubarrones grises, lluvias torrenciales, relámpagos y truenos y hoy corre detrás de árboles gigantes, de esos que se plantan inmensos en las alturas, cuyas hojas caen en lentos vuelos, al ritmo natural del viento. Esos que saben dar vida de todo tipo, de todo alcance, esos que en su copa refugian sueños de todos los colores que la imaginación supiera crear....