miércoles, marzo 14, 2012

Corrió por la galería descubierta cuando recién comenzaba la llovizna.
Algunas voces se escuchaban a lo lejos.
Un retazo de gasa del vestido quedo en la manija de la puerta pesada de roble oscuro.
El sol intenso de la tarde pasaba entre su pelo que iba siguiéndola detrás.
Iba descalza, por medio del jardín. Se corto con el rosal antiguo, la sangre apenas se asomo en su antebrazo.
Respiraba de forma entrecortada.  “Nunca mas un engaño”, pensó.
Subió a la carroza que ya había alquilado, fascinada por los viejos faroles de los bosques de Palermo, pensó sumergirse en aquellos lagos lejanos del fin del mundo.
Sintió que la desaparición era la única opción viable, aunque no tuviese los medios, en una época de pocas conquistas y sabores amargos.
Noto el vacío en su vientre. Dejo que soplara el viento, dejo que el frio se apoderara de su cuerpo tibio.
Cayo tan hondo, Violeta. Pobre Violeta.