martes, septiembre 20, 2005

Y no para

Dejame que hoy te cuente como me siento y en una de esas entendes que me pasa.
Antes que nada acordate que es difícil ponerle palabras.
Es de noche, y cuando apoyo la cabeza en la almohada me doy cuenta que no puedo escapar de mi misma.
Te soy sincera: me gusta sentir las ilusiones más grandes, darme la oportunidad de tener ese brillo en los ojos.
Aunque pueda percibir la tormenta, aunque la pueda oler en el aire, salgo desprevenida para después buscar algún refugio.
Hay carteles por todos lados que me dicen lo que tengo que hacer, hay miles de caminos y yo elijo el que tiene más agujeros, el más corto, el más peligroso. Porque soy así de arriesgada, lisa y llanamente vulnerable.
Hasta el que no quiere me lastima…
Soy como el animal que insiste hasta el hartazgo tratando de cruzar el río mas largo sin saber nadar.
Soy como los nenes a los que les gusta comer muchas golosinas (las cosas más dulces), aunque después llore sabiendo que lo voy a volver a hacer.
Es como que necesito abrazarme o agarrarme de algo, mantenerme ocupada.
Doy vueltas en mi habitación, pienso y me duele. Busco palabras y de vez en cuando algo me sale.
Me siento triste, no entiendo como las cosas funcionan así.
Sabes que hasta suplico no sentir mas nada, envidio la frialdad de algunos.
Miro por la ventana del bondi y revuelvo en mi cabeza pero no logro resolverlo.
Es como estar más sola que nunca, vacía de todo.
Yo no escribo bien pero tengo ganas de contarte lo mal que estoy hoy. ¿Sabes que feo que es sentir que nunca para?
Todos me dicen que me ponga bien pero no puedo. Es injusto, alguien está haciendo trampa.
La vida se empeña en pegarme en el pecho, se me hunde hasta el fondo y las
lágrimas caen y todo en mi cae y pierde sentido, y odio los colores y me quiero tapar hasta la cabeza con la sábana y me quiero quedar para siempre en la cama. No quiero ver más a nadie. ¡Qué bronca!
Yo te muestro como soy hoy que me pregunto que estarán haciendo todos entre tantas palabras, y digo palabras y no mentiras porque en realidad son verdades que me duelen.
Es como quien intenta, prueba, insiste y nada…
(Todavía me sigo sintiendo mal)

Tu mano, tu voz.


Ningún tipo de imaginación se espera el dolor mas grande cuando a su paso todo se cae. Cuando los sueños tropiezan…
A quién se le ocurre pensar que nuestra imaginación tiene algo de realidad. Es como decirle a una estrella que nunca se va apagar.
A nadie se le ocurriría decir que una copa de cristal no es tan frágil, ni que la lluvia no moja, aunque a veces tenga esa sensación.
Es tan inconstante mi estado de ánimo que ni la economía de las palabras logra estabilizarlo.
Los finales más complicados se acercan y no encuentro herramientas en el baúl como para resolverlos.
Llene cerca de 240 botellas con lagrimas y ninguna se evapora. Es que ni siquiera quiero dejarlas ir, no quiero soltar el reloj tampoco, no quiero soltar tu mano, ni dejar de escucharte aunque la gente me lo impida.
No puede ser tan triste mi día, no puede derrumbarse así la esencia de mi sonrisa cuando tu fuego prendió la llama de la hoguera en que murieron mis fantasías cuando el mundo para mi, era todo y más que todo eso que el mundo me puede dar.
Por más que suene redundante es así, porque todo gira en torno. Da vueltas, va y vuelve (siempre).
No me das más nada que una mirada, más que un acorde, más que una sonrisa y un mecanismo de defensa tan eficiente que en tus recuerdos no hay lugar para mi, no supe como darte respiro con mi abrazo, pensé que mi voz podía devolverte el aire (te hubiera dado un pulmón o los dos si hacia falta). Que otra cosa mas linda que tus 19 gestos en cada tarde…
Pensé que te podía sacar, a vos con tus 16 pasos agigantados que hoy tan hacen tan grande. Te hubiera atado a mi mano, te hubiera dado mis brazos o por ahí alguna escalera o algún amuleto, de esos que cambian la suerte.