jueves, julio 17, 2014

Quiso dejar detrás del espejo las emociones, una historia que vence cuando el presente se debilita. Fue buscando secuencias de espionaje cuando faltaron certezas, y al final, estaba mirando un par de vías vacías, con un tren que siempre está llegando.
Descubrió el vuelo de la abeja hacia la miel, el canto por la mañana, el sonido del viento que también es movimiento.
Juliana, pasea de un lugar al otro. Una mano siempre paraliza su piel, como una figura de mármol blanco, inmaculado. Cuando la mano se va, abre los ojos despertando de un sueño eterno y se pregunta que va a suceder de ahora en adelante. Siente miedo pero se anima igual. No sabe bien si quiere volver a mirar atrás, lo que ya no se solucionó le consumió demasiada energía. Tiene un hoy, que ahora todo el tiempo, un sistema que siempre es movimiento.
La mano pasa un paño por la ventana, observa el ambiente que se vacía de a poco, revuelve detrás del espejo y saca todo eso que escondió para olvidar. Lo ordena en otro espacio, toma distancia y le intenta poner un nombre. Vuelve a pararse, esta vez en el borde del cordón y espera perder el equilibrio por completo antes de dar el próximo paso. Es una perdida lenta, que no duela tanto, que casi ni se de cuenta y que de golpe, no le quede otra opción que dar un salto. Y eso es mucho más que un movimiento.