jueves, diciembre 11, 2014

Se va… como tantas otras cosas. Como todo lo que duele, cuando arde.
La decepción, lo inevitable. Simplemente se va.
Y a veces no vuelve, y eso es lo que da más miedo, por lo menos a mí.
Se escurre como el agua entre los dedos, no hay forma de evitarlo.
Ahí va…veo como se aleja. Despido sin querer despedir. Porque ese mismo amor que duele, es el amor amando al irse. Amar yéndose. A veces sin mirar atrás porque entonces vuelve.

martes, diciembre 02, 2014

El viento soplaba fuerte, la tormenta de sangre había cesado. Alguna palmera se había interpuesto entre una y otra choza, al caer, cuando jalaron de ella. Tuvo la suerte de no ser utilizada para acarrear esclavos por los caminos angostos del altiplano.
En la aldea quedaba el olor y el ruido como un eco que vive en las cosas para no olvidar la masacre que los invasores llevaron a cabo en su conquista.
Quedaron las pisadas entre los techos de paja caídos, la tierra húmeda, cuerpos conocidos y extraños flotando en una sustancia gelatinosa que Nehuén no se atrevió a probar.
La percepción con que fue entrenado con su abuelo, lo condeno al eterno recuerdo, y a la irrenunciable función de aprendiz de brujo cuando al nacer descubrieron su ceguera; gracias a su intuición previno (aunque sin suficiente tiempo) lo que horas más tarde vaciaría de hombres libre la zona.
Sintió que todo estaba perdido, no tenía con quien compartir los hechos, con quien desahogar todo el dolor que iba multiplicándose en la soledad del que sobrevive sin querer, como si su muerte fuera solidaria con las pérdidas de los otros. Sin embargo, algo en su interior le decía que la única ayuda que podía ofrecer sus hermanos, era avisar y prevenir a los demás acerca de las matanzas con que unos demonios de piel blanca invadían su mundo.
De repente, como de entre sombras,  escucho un susurro familiar. Kilén, su prima, hablaba desde algún punto cercano. Su voz era llanto, un canto que lamenta  no haber visto a tiempo. Fue allí, en ese punto mínimo del espacio que se disuelve entre secretos, cuando relato la forma detallada con que hirieron sus ojos para neutralizar cobardemente  las habilidades de la guerrera más astuta de su familia.
Pasaron la noche entre recuerdos de la gran batalla que dieron los suyos. Ella lloraba el rocío de la mañana, Nehuén juntaba sus lágrimas con las manos para beberlas.
Quedaron los soles, atravesando como flechas de luz los caminos frondosos, mientras lo que oían, se reconocieron en la llamada del viento que venía desde lo profundo de la selva, allí donde habitan los espíritus, donde el desgarro no alcanza.

La línea media de su espalda era acariciada por una esponja vegetal; su delgadez permitía reconocer al tacto vertebra por vertebra, su columna era un tobogán indomable desde donde caía un aceite denso.
Las manos rodearon del golpe su vientre, el vapor condensaba el olor a romero y menta.
Como unas pinzas afiladas, unas uñas sujetaban del pelo a la cabeza cuya boca era besada.
Un enredo de piernas luchaba por no salir del agua caliente. Fue más fuerte otro deseo: mojando el piso y con sumo cuidado, Marcelo corrió a buscar la cámara de fotos, una extensión de sus propios ojos que pudiera retener de alguna manera, uno de los momentos más intensos de la noche.  
Cuando volvió, la sirena esperaba acostaba, y mientras el temporizador de la Cannon empezaba el conteo, una medusa bailaba al compás, dibujando el infinito sobre la pelvis del fotógrafo.
Sin saber lo que se había retratado, fueron directamente a la cama. En la mesa de luz, la lámpara de sal daba consistencia a una sombra en la pared, como una pintura rupestre grabando en la piedra un ritual sagrado, la elevación del cosmos, un estallido de furia que antecedió la calma.

jueves, octubre 30, 2014

Cuando la noche aclare, sabre que ante mis ojos hay otras cosas que en espirales avanzan hacia arriba y caen,como gotas de llovizna. Tendré, entre mis manos el rocío de una mañana luminosa, una canción azul, una flor grandiosa.
Entre escondites, fui buscando ese diamante que brilla mas cuando no se lo ve. Es ahí que el secreto se devela, que se corre el manto de engaños y entrega el alma lo que queda.
Por esos recorridos, voy. Tan en secreto que se descubre. Todo eso que fue, lo todo lo que es, el eco de lo que viene. Una vibración y una reverberancia que exige entender ese contacto sutil, ese profundo momento en que el mundo se comunica.

miércoles, octubre 29, 2014

  No es de esas para modelaje. Ni lisa, ni delgada, ni siquiera sus huesos colaboran.
  Cada una de sus marcas es como un dato cartográfico que contempla el mapa de su recorrido. La cicatriz de la fractura del dedo meñique cuando resbalo escalando en Australia, la medialuna chiquita que le quedo del corte cerca del pulgar cuando en Budapest se le cayó una taza de porcelana.
  Tiene la piel curtida de juntar kiwis en Nueva Zelanda y uvas en Francia, la piel medio morena del sol mexicano y la roncha en la palma de la mano que quedo de la picadura de una araña en el Amazonas, trepando un árbol de bananas.
  Pero esta mano también conoció la espalda de Jean Paul, los hombros de Isadora cuando se despidió de Bahía, la arena cálida y algunos peces el día que acaricio a contrapelo un tiburón bebe.
  Agarra fuerte los pasajes, acaricia el pelo, rodea un muslo y cubre los ojos al atardecer en Bali.
Anuda fuerte una mochila, trenza una canasta, delinea unos labios deseados.
 Es una mano sincera y cruda. Tiene una uñas cuidadosamente cortadas que cada tanto cambian de color, y un anillo de jade que adorna su dedo índice de cuando Sajir, mirándola, la tomo para ayudarla a bajar del camello.  Fue entonces, que conoció la profundidad del desierto.

martes, septiembre 30, 2014

Lo que tarda en caer la primera lágrima del destierro, cuesta juntar con las dos manos, en un río silencioso que cava por dentro de montañas cuevas de brillo y sombras.
Lo que tarda en nombrarse la ruptura, aletarga en sueños el dolor que siempre llega y nunca se hace acción, hasta que sí. Ese sol que quema demasiado fuerte hasta helar el último suspiro.
Una noche oscura donde las estrellas ya no brillan, el futuro que se deshace, una desilusión que corta el aire, ahoga el pecho.
El dolor de escribir en el dolor, la inspiración que nace mejor de esa fuente. El odio de que no inspire más que el amor.
Un ocaso tan suave que enciende el horizonte con miedo. Ya no poder dar un paso atrás, sentir que no hay más formas, que se agotaron los moldes. Ese miedo que abre heridas nuevas viejas. El olor del abandono, la tristeza que abre los ojos. Ese enojo tan feroz que arranca todo lo que queda de una sola vez.
Ya no queda nada, y después: el convencimiento. Una mano que vuelva tomar por el hombro para no permitir la marcha atrás, darle la espalda al error acertado, mirar a lo lejos el agua de algún mar desconocido.
No hay dos piedras iguales. No hay dos ardores iguales. No hay más que lo que queda, de días nunca iguales, de campos abiertos, de bosques fértiles, de playas vírgenes, esperando el sueño.


jueves, agosto 28, 2014

    Porque sometieron la experiencia al juicio ajeno, más que a las sensaciones propias,  hoy los miran cuando entran.  Con las manos sueltas y el corazón apretado. Un par de palabras poco inocentes que juegan a ser amables pero que desde cerca y a la distancia son una cuchilla caprichosa, llena de peros sin fundamento.
    Hace años no hablan de otra cosa que de nada, porque ese juicio extranjero no los deja decidir. Una luna inmaculada robo el deseo en la mirada, una imanada atracción no descansa y el prejuicio de ellos mismos separa  los destinos, a no ser que la propia vida los reúna en algún lugar de la Ciudad, cuando el viento deja de soplar sobre las baldosas y sube, enfureciendo el cielo hasta que vuelven a separarse.
    No alcanza con que no sea. Tiene el destino que recordarles todo el tiempo el dolor de no haberse arriesgado a tiempo y para eso no hay consuelo. Lamentar, se lamentan todos pero nadie vive con la carne enrojecida como ellos, porque todavía queda la atadura de la piel cuando hace cosquillas e insinúa que una magia que se calla dice todo lo que las palabras no nombran. La certeza del calor en las mejillas, la espalda que se acomoda cuando vienen, que estremece por delante cuando van, un jazmín que florece en el primer sol fuerte y se muere porque falta el último frío.
    Y ahí están, uno que cruza la calle y ve por la ventana a otra que hace de cuenta que no ve y revisa el celular para ver si fue vista. Un tango que el primero dejo a la mitad y la segunda no aprendió a bailar por miedo.
    Todos los ven, y nadie sabe que al final del día casi ni se acuerdan que los años entierran lo que esos mismos años desentierran al salir por la misma puerta, de la misma calle, del mismo barrio a mil kilómetros de distancia. 

viernes, agosto 01, 2014

            Y sin embargo todavía te busco en el recuerdo. Todavía espero que regreses a ese lugar del pasado donde había un fondo más allá del ojo.
            El recorrido de mis piernas cuando giran, someten mis deseos a otra vuelta de amores sueltos en el aire. Y ahí te encuentro, entre el humo y el ruido. Estas, en cada una de las esperanzas que se despiertan encontrándote en un momento. Es difícil omitir el detalle de tu voz entre la gente, tu presencia cuando no estas. Un pedido desesperado y silencioso que ruego para no volver a irme detrás de algo tuyo que no existe. La interpretación de tus palabras, una sonrisa que no comprende que acá, de este lado del corazón, existen sueños.
            Es más intrincado cuando hay algo en tu energía que ondea con la mía, el vapor del agua hirviendo, el rastro de un fósforo cuando se apaga, la danza de un sahumerio cuando prende. Y al final, la ceniza de un fuego que no fue.
           Voy a estar pidiéndole al deseo que se vaya, agarrando de la mano tu estrella. Voy a tomar por la cadera el plano inclinado por el que se desliza mi idea, hasta quedar en equilibrio, para que no te vayas pero no me peses. Un par de pasos apresurados que me persiguen y te persiguen, siempre yo corriendo en círculo, tocándome la espalda. Un tierra colorada que despeja mis marcas, como si pudieran borrarse las pisadas.

jueves, julio 17, 2014

Quiso dejar detrás del espejo las emociones, una historia que vence cuando el presente se debilita. Fue buscando secuencias de espionaje cuando faltaron certezas, y al final, estaba mirando un par de vías vacías, con un tren que siempre está llegando.
Descubrió el vuelo de la abeja hacia la miel, el canto por la mañana, el sonido del viento que también es movimiento.
Juliana, pasea de un lugar al otro. Una mano siempre paraliza su piel, como una figura de mármol blanco, inmaculado. Cuando la mano se va, abre los ojos despertando de un sueño eterno y se pregunta que va a suceder de ahora en adelante. Siente miedo pero se anima igual. No sabe bien si quiere volver a mirar atrás, lo que ya no se solucionó le consumió demasiada energía. Tiene un hoy, que ahora todo el tiempo, un sistema que siempre es movimiento.
La mano pasa un paño por la ventana, observa el ambiente que se vacía de a poco, revuelve detrás del espejo y saca todo eso que escondió para olvidar. Lo ordena en otro espacio, toma distancia y le intenta poner un nombre. Vuelve a pararse, esta vez en el borde del cordón y espera perder el equilibrio por completo antes de dar el próximo paso. Es una perdida lenta, que no duela tanto, que casi ni se de cuenta y que de golpe, no le quede otra opción que dar un salto. Y eso es mucho más que un movimiento.

lunes, junio 16, 2014

Boceto.


    Hace tanto tiempo que no bailo que creo haber olvidado como era. La línea que dibuja mi cuerpo moviéndose me parece el de otro cuerpo, otra vida, otra forma de existir en el mundo.
   Pero hoy, que vuelvo a habitarme, veo esa imagen de alguien que fue y me dejo el lugar para que yo pudiera hacer lo propio. Esta danza es un engranaje histórico, tan enredado en sí mismo que a veces creo que nunca voy a poder desanudarlo.
   No se trata de desanudar para desandar, ni siquiera se trata de cambiar. Estoy pensando seriamente en la transformación como forma de vida. Tomar y reciclar, como esas líneas que intento dibujar en el espacio cuando atravieso el aire.
Cuando descubrí a Jimena fotografiándome primero tuve vergüenza, pero pasados los 20 minutos desde la primer toma solté a Lujan. Y me vine en mí, trasladándola a otra parte, dejándola ir en sus 25 soles para ser yo.
   Todavía falta, creo que toda la vida va a faltar un poco más de abismo. Pero veo ese pelo y no soy yo, o sí. Soy yo, ocupando el lugar de otra que se fue, pero que cada tanto vuelve. Ese esqueleto que además de huesos es musculo, postura; es tono, intención; energía electromagnética, tantos pensamientos que dejó María Luján y están siendo habitados por mí desde otros espacios. Cada tanto me acuerdo que quiero ser otros soles, que también me den calor, que me iluminen y me dejen iluminar el universo entero de estrellas que se ríen conmigo, con las que formo galaxias. Cuando desde ese universo algún agujero negro tironea, cierro los ojos y dejo que María Lujan le saque la lengua. Y entonces yo, que también soy Luján o María Luján, abro los ojos y le digo basta.
   El marco que elegí es hermoso, además, ese verano salí de vacaciones por mis propios medios. Me está mirando mientras se ríe y me dice “no te olvides que esto es tuyo, toda el agua que cae de esta Catarata, todas esas gotas encima de mí son tuyas y todo este calor también”. Ya sé que esa de ahí se fue, pero también soy yo. Somos dos eternamente recordando que ese logro es mío, y me pasa la posta y me la paso y nos vamos relevando en un juego sumamente cooperativo que espera estar ya mismo bailando.

martes, mayo 27, 2014

TEMA LIBRE – EN PAREJA - con Diego Lanis. (Otro del Taller Literario)

              Hace mucho tiempo me dijeron que al mirar al espejo, debía intentar entender el otro lado. Días atrás empecé a comprenderlo, cuando acercándome al espejo casi lo toco con una de las mejillas. Ese roce provoco un sobresalto en mí, no por el contacto sino más bien por la transformación del material al reconocer mi piel, entonces, decidí alejarme unos pasos.
             Cuando volví sobre él, me vi obligado a sumergir mi cara en el agua de la pileta de la quinta de Moreno. Fui  feliz muchos veranos, de manera que me entregue al buceo profundo. Justo cuando estaba por emerger, el espejo se fragmentó cayéndose en partes al suelo.
            Intente armar el rompecabezas tratando de no cortarme, fue en vano. La sangre brotaba de las yemas de mis dedos, e impregnaba cada centímetro de vidrio que recogía. El ardor que las heridas provocaban  no solo era más intenso sino que bajaba hasta la rodilla.
            Quise ponerme de pie con tan mala fortuna, que al apoyar una de mis manos un trozo pequeño se incrusto en la palma. Ahora la sangre era un rio caudaloso que bañaba la alfombra del living.   
            Con ese sufrimiento a cuestas, alcancé a tomar el marco del espejo para no caerme; el barandal del corredor casi me lanza al vacío. Del susto reboté incorporándome a una geografía que no era ni un lado ni el otro. Una cartografía desconocida para un cartógrafo que ahora no tenía referencias.
             Los trozos se unían, como un imán inherente, reconociéndose en un reflejo nuevo, virgen de juicios.

viernes, abril 25, 2014

El mail llego a las dos de la mañana. Laura estaba desesperada por el asunto.
Cinco horas después se despertó para ir al trabajo. Se vistió como pudo y salio a la calle con pocas ganas, pensando en el mail vacío. De nada servia confirmar un sentimiento si no se puede hacer nada al respecto, aunque para ella siempre se pueda hacer algo, lo que sea...mínimo, imperceptible, pero algo. Laura quería que le devuelva en la mirada el amor distanciado por la ausencia de palabras,en una época en donde todo se muestra pero nunca se nombra.
Subió las escales del departamento de Constitución marcando el pulso, un ascenso orgánico, una decisión tomada, un cuerpo determinado.

lunes, abril 14, 2014

Etereodinamia.

Y en todo lo que imaginaba, vos estabas observándome al lado mío, afirmando cada cosa que decía, como si tu presencia me diera la certeza de mundo, de lo real, de lo posible. Por momentos, en mis sueños, sin vos, no había sueños.
Esta es una experiencia que repito y al mismo tiempo alimento; en estas tardes el esfuerzo que realizo para sacarte, implica una energía que es idéntica a la que ejerzo para sacarme del encierro que no es otra cosa que tu recuerdo.

domingo, abril 13, 2014

Fantasmas.

¿Cómo se sufre la fantasía? ¿Cómo convivir con el juego divino, con la seducción inherente que tiene?
Cuando el jabón de glicerina se deslizaba por mi brazo, recordaba una de las primeras tardes que me encontré con Juan de casualidad. Fue la primera de muchas otras ocasiones que la fantasía acomodaba con esmero el inventario de razones para nunca soltarlo.
Cuatro años más tarde, paseando entre los pasillos de una farmacia del centro, volví a encontrarme con el perfume a lavanda del jabón de glicerina que nunca más había usado. Era el mismo que llevaba en la mochila una de las primeras veces que me encontré con Juan de casualidad. Aquella vez, también había comprado un espejo, un tanto encaprichada con su aspecto, porque a decir verdad era bastante pequeño como para utilizarlo en algo que no sea mirarme los ojos, aunque con eso bastaba. Nada más importante que los ojos y un espejo pequeño para observar el detalle, para jugar a recibir lo que de mí salía sin entender.
Resolví guardar en la memoria lo que una vez imagine percibir. Los días y los meses siguieron agitándome el pecho y Julieta seguía escuchándome renegar de las malas elecciones, amigas como ella son necesarias cuando necesito objetivar lo que siento. Continué caminando el mundo que tenía, uno que a veces elegía y otras muchas veces no, pero del que siempre fui responsable. Hace dos días, subí en la estación Federico Lacroze casi a los saltos en el último vagón. Sin prestar demasiada atención me senté: había algo que giraba entre las pocas personas que estaban ahí conmigo, algo que me aceleraba, una inquietante energía que iba acechándome hasta que di justo con el tiro. Quede en medio de un lazo invisible de impulso. El esternón me ardía como aquella noche en que parecía que todo iba a derrumbarse. Como una flecha con una gran punta, atravesó el largo pasillo, en diagonal a donde yo estaba. Otra vez la casualidad. Me levante a saludar a Juan como quien saluda a un gran amigo que no ve hace años, fue un abrazo lo bastante sincero como para alegrarnos los dos. La gente nos miraba de una manera extraña, supongo que nuestros movimientos habrán interrumpido de golpe la inercia con que el subte los balanceaba.
En la cama éramos tres: mi imaginación, mi cuerpo, y la idea de Juan en mi memoria llenando la habitación de deseos. Me levante de golpe y busque el espejo que había comprado 4 años atrás en Devoto. Era un espejo ovalado, con un mango plateado, el revés estaba forrado con alguna tela que tenía un ángel impreso. Volví a buscar entre mis cosas la entrada de la última función a la que había ido. Volví a buscar entre los papeles de mi agenda la receta. La tarde de ayer fui de nuevo a la farmacia, en el pasillo la energía me acechaba como una llaga profunda…Juan estaba en el fondo del local, apoyado sobre el mostrador. Me acerque bastante angustiada, lo mire con el dolor que ahoga, con la bronca de tener que resolverlo así: moví mi cabeza apretando los parpados, y sin volver la mirada hacia él, le entregue al farmacéutico la receta que me había dado el psiquiatra. Tenía que matarlo de una vez y para siempre, que quedara detrás, más allá del recuerdo.

domingo, abril 06, 2014

Para cuando Jazmín termino de cruzar la avenida, los autos avanzaban como queriendo comérsela. Solo intentaba que ningún estimulo siguiera trayéndole la fantasía. Historias de poder tomaban su mente abrumándola.
Para cuando Jazmín doblo en la esquina, el pecho se oprimía desesperadamente, no sabia como escaparse de los fantasmas. No había sido nunca tan claro ese hecho, que su mundo era demasiado demandante como para hacerlo convivir con la realidad. Un hecho era también que necesitaba moverlo.
Para cuando Jazmín piso el cordón de la vereda, de nuevo sacudía su cabeza queriendo espantar lo que no es, encaprichada en solucionar de alguna manera eso tan incompatible con su experiencia de la realidad.
Jazmín miro un horizonte invisible, dos universos indivisibles. Un mar de estrellas desordenadas, un enojo gigante con un instante detenido en el tiempo que nunca fue saldado.