martes, agosto 15, 2006

“Venia tan derecho hacia mí que nos detuvimos a medio metro de distancia, exactamente bajo el foco de la esquina. Traté de no mirarle la cara, porque me pareció saber de antemano de quién se trataba. Por fin alcé la cabeza y clavé la mirada en su rostro. Vi mi propio rostro. Era tan idéntico a mí, que dudé de estar yo mismo allí, frente a él, rodeando con mi carne y mis huesos el resplandor débil de la mirada que estaba clavando en él. Nunca nuestros círculos se habían mezclado tanto, y comprendí que no había temor de que él estuviese viviendo una vida que a mí me estaba prohibida, una vida más rica y más elevada. Cualquiera hubiese sido su círculo, el espacio a él destinado a través del cual no podía alzar a la llovizna de mayo más que una cara empavorecida, llena de esas cicatrices tempranas que dejan las primeras heridas de la comprensión y la extrañeza.”

Cicatrices, Juan José Saer
"No crujía una sola madera y la llovizna caía tan silenciosa que más parecía una niebla, en lenta rotación, girando sobre la ciudad negra"

Cicatrices, Juan José Saer

martes, agosto 01, 2006

Me había invadido una sensación entre angustiante y triunfante, en esta dualidad constante que me lleva y me trae.
Concretamente las ganas que de a ratos me dejan ser quien fui, recobrándome en un reencuentro con mi sonrisa y esa desgastante pelea con lo que ya no quiero sentir percibiendo que todavía me rodea la angustia.
En un abrir y cerrar de ojos todo cae, todo se levanta, se interrumpe y continúa en violentos intervalos de estados anímicos.
Van invadiéndome las ideas, acosándome, al compás de la bajada.
Va invadiendo la noche, mis sueños, el malestar constante, el que no da tregua.