viernes, marzo 29, 2013

Hay un silencio audaz en la mañana. El tren que no tomo, el canto que se esparce en el olor a fresno. El sol metiéndose por la ventana. Un motor interrumpe, algún pájaro responde.
El reflejo del alma sobre el empedrado. Mi barrio. Su túnel innecesario, las ramas por el suelo, el viento que sostiene, la campana de una iglesia a la que nunca fui.
La esquina que doblo mi perro durante tantos años, mi casa mutando como el resto de casi todos los frentes. Personas ajenas que nos descubren sin que queramos. El baldío de al lado que siempre nos regala insectos nuevos. Mis vecinos que siguen creciendo, igual que mis hermanos.
Siempre esa calma de fin de semana hipnotizándome, llamándome a seguirla; esas ganas de absorberlo todo, de no irme nunca o llevarlo conmigo a todos lados.
Yo siempre queriendo a mi barrio.