viernes, diciembre 16, 2005

Abrazada a la desesperanza


Me despido por un rato de vos, humor gris, eterno
me despido de todas las cosas…
Me voy escapando de largas horas de amargura.
Cuando se hunde el pecho tanto como en estos tiempos
no quedan fuerzas para enfrentarte, vida.

Huyo a lo más profundo de mis lágrimas,
a lo más alto del orgullo
buscando pasadizos para perderte, de una vez y para siempre.
Escurridizas gotas de lluvia empapan mi alma
¡Que humedad tan mezquina!

Como duele, como ahoga
como logras sacarme el aire.
Si yo no te busque
si yo siempre pelee por patearte hacia fuera
no puede ser tan injusta esta partida.

Que desesperante es
cuan larga puede ser esta nostalgia
extrañando colores fuertes
mientras sobre el empedrado dejan huellas
aquellos que hoy lastiman mis ojos.

Resulte ser rosa devenida en hoja marchita
princesa de palacios olvidados en algún lugar del paraíso
encerrada en la torre más obscura
cuando los mimos de los reyes no lograron aliviarle la pena

Me quede con las ganas de mostrarte que feliz que puedo ser…
Algo que me haga salir de este encierro, que me haga escapar de este corazón corajudo, terco jinete de ilusiones.
El cerrojo oxidado da cuenta del tiempo que paso, del largo intervalo entre una real esperanza y un espejismo en el desierto mas seco.
La lluvia mas húmeda hace bajar mis defensas y contagias mi energías con tu aliento cuando entiendo que hay cosas que no pueden ser, aunque sepa que es la única razón que me llena de razones para creer que existe algo mejor.
Son tus ojos lo que me confunde, tu voz la que me conmueve, tus palabras las más ocurrentes, tu sonrisa la más interesante.
Pero lo que más me atrae de vos es ese detalle que siempre me atrapa, esa adicción a lo más raro, lo más inaudito y la encrucijada de ideas donde los dos sabemos que no se pueden dar por entendidas algunas intenciones.
El miedo nos gano de mano, la tarde caía bajo miradas cómplices y dobles sentidos cuando las cuerdas dejaron de vibrar.