martes, abril 30, 2013

Las líneas que dibujan tus ojos, son dos gotas horizontales de fuego. Con los míos, van dibujando esa mitad infinita de mundo que no nos deja huir del amor. Es esa sensación genuina de la sinergia energética cuando nuestras pieles se tocan.
La certeza de que todo está ahí metido, que cada tanto se esconde y vuelve una mañana gris, un instante sagrado.
No es más el vértigo del paso sobre la duda sinuosa, es uno diferente cargado de ansiedad y riesgo. Es tirar todos los dados de una vez y dejar que salga el número que salga. A ese resultado encontrarle la vuelta o moverlo en cada beso, separarlo si es de más, acercarlo si es de menos. Consiste en una búsqueda de infinita paciencia, de confianza desafiante.
Agarrarnos de la mano cuando alguno pierda el por dónde, como marcando la página del libro que tenemos que recordar cuando el olvido quiera borrar lo que sentimos la primera vez que nos vimos. Hay algo en la esencia que nos une, algo sincero y directo al corazón.
Te amo con las mismas ganas que te odio, por eso te elijo. No se ser de otra manera.