martes, julio 07, 2009

Como el aire que envolvió tantas tardes de Octubre.
Como cuando cerrando los ojos veía la sombra de las hojas, el sol entre las ramas.
Cuando sentí que lo que veía y lo que sentía tenía que compartirlo con alguien más, que supiera entender mi silencio, o ese insignificante momento que para mí era tanto.
Saber que mi carácter y el tuyo estallan con la simplicidad del agua cuando cae y es lo que es.
Cuando la corriente va llevándome a quererte como te quiero, sin buscarlo, sin entender cómo fue que paso.
No tener miedo a decirte que la noche con vos es un misterio que me encanta resolver cuando te abrazo. Cuando abro los ojos y estas. La fiebre de tu piel y mi piel cuando se encuentran.
Que vale la pena arriesgarse aunque nunca pueda saber hasta cuándo.
Cuando tengo la certeza de tu sonrisa o tu mejilla pegada a la mía. La complicidad de una palabra.
Que sienta que me cuidas tanto y quiera cuidarte de la misma manera. Lejos de los prejuicios, de lo que debe ser.
Que me guste como pensas, como sentís, que hasta me guste no estar de acuerdo en todo.
Que pueda compartir con vos hasta cambiar la luz de un auto, que hasta eso me movilice tanto.
Haber dejado la moral de lado cuando sabía que iba a volver a verte.
Que no me de vergüenza contártelo, que sienta el corazón con esta intensidad que me saca el sueño, que no me deja respirar y me devuelve en un suspiro a tu boca.

martes, mayo 19, 2009

Besos y porros...

Corrió buscando refugio de la llovizna de un jueves ruidoso cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde en Cabildo y la plaza.
Miro la esquina, sabía que derecho por esa calle estaba él, su recuerdo, su pena.
Y ella estaba ahí, recordando que alguna vez sus ojos habían coincidido un instante, transmitiendo la necesidad imperiosa de creer.
En medio minuto cruzo corriendo la avenida, fastidiosa, quejosa, húmeda.
Sola.
Y se fue, mirando por la ventana las veredas mojadas, gastadas. Sintió así el corazón como nunca, ardiendo de deseo, como queriendo salir en vuelo fugaz a buscarlo.
Mil palabras querían darle el consuelo de aquellas personas que se conforman aceptando que hay cosas que no deben ser, porque el destino y la vida así lo quieren.
Sus oídos pateaban hacia afuera cualquier explicación dentro de lo racional porque sabía que aquellas sensaciones irracionales no se explican y por eso se sienten con tanta insistencia, y por eso tardan tanto en irse.
Que los miedos y las sombras y todas las oscuridades interminables y los sueños mortales se escaparan de una buena vez de sus ganas de vivir gris en un mundo que no le pertenecía y al que no pertenecía.
No tenía motivos para seguir, esta realidad no hablaba en su idioma.
La muerte no había querido hacer efectiva la invitación de una noche sin luna ni estrellas. Sin faros guiando en un mar de trampas y obsesiones.
De imperios avaros, fríos, crueles aristócratas haciendo política con ilusiones ajenas.
Las peores manifestaciones secretas congestionaron su rostro la tarde que dijo basta. Cuando pidió sin fuerzas ayuda, cuando no quiso seguir.
La madrugada abrazo su desesperación y huyo como pudo del infierno de seres humanos incapaces de todo.
Laberintos sensuales.
Donde estas…

viernes, abril 03, 2009

De raíces y ramas.
Que se secan
Que se extienden
Que se entrelazan
Que se alejan.
Que caen desde lo alto o se arraigan firmes en la tierra.
Abrazaba el árbol, mirando la inmensidad de sus hojas al desprenderse, anhelaba llegar a lo más alto para admirar la infinidad de cosas que no se permitía ver.
Que aquella nostalgia de lo que nunca llego a ser no entorpeciera el camino hacia la cima.
Que la llovizna no hiciera resbalar sus manos cuando éstas se aferraban con fuerza a la certeza.
Que el sol no obnubilara la visión cuando quisiera observar detenidamente.
Que el aire le diera respiro para que el corazón no se acelerara tanto.
La nieve era blanca, su estado inmaculado.
Se fue, no quería escuchar más mentiras, no quería vivir más injusticias, no entendía el mundo en que vivía.
Se fue.

Se escondía entre los arbustos, cuando el cielo regalaba tormentas de gotas doradas, o cuando las nubes caían en pedazos, como flotando para después pasearse solitaria sin buscar nada, sin mirar nada. Creía que por fin iba a poder sentir con el alma en paz, se equivoco. Seguía faltando algo.
Resplandecía el suelo de escarcha de plata en los inviernos más crudos, extrañaba las horas en sus ojos. Sus labios diciéndole…los abrazos más intensos cuando no tenía consuelo.
Ya ni siquiera gritaba, no cantaba ni bailaba.
Pretendía llenarse de una magia ajena a quien pierde la capacidad de sentir desde adentro hacia fuera.

miércoles, marzo 04, 2009

Asuncion de ti

(...)
Mi soledad ha aprendido a ostentarte.
esta noche, otra noche
tú estarás
y volverá a gemir el tiempo giratorio
y los labios dirán
esta paz ahora esta paz ahora.
Ahora puedes venir a reclamarte,
penetrar en tus sabanas de alegre angustia,
reconocer tu tibio corazón sin excusas,
los cuadros persuadidos,
saberte aquí.
Habrá para vivir cualquier huida
y el momento de la espuma y el sol
que aquí permanecieron.
Esta noche, otra noche
tú estarás,
tibia estarás al alcance de mis ojos,
lejos ya de la ausencia que no nos pertenece.
He conservado intacto tu paisaje
pero no se hasta donde esta intacto sin ti,
sin que tú le prometas horizontes de niebla,
sin que tú le reclames su ventana de arena.
Puedes querer el alba cuando ames.
Debes venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú,
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros.
Aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.

Mario Benedetti