martes, diciembre 03, 2013

"La ansiedad es un sentimiento generalizado de preocupación. Cuando se da sin razón aparente en forma de miedo excesivo a un objeto, ataque repentino de pánico o de una preocupación constante, se trata de un trastorno de ansiedad."

Aburrimiento. Inquietud. Inestabilidad. Tormentos. Algunas veces desinterés, incapacidad de demostrar afecto. Inseguridad, el miedo de no ser querida, el miedo de alejar a los demás siendo quien soy.

El ceño fruncido.

Una acumulación de ideas que no descansa.
El tono muscular alto.
La angustia.
La tensión perpetua.
Los hombros en elevación - antepulsion- rotación interna.
El esternón que no se suelta.
La cadena inspiratoria acortada.
Las cadenas anterointerna y superior del hombro acortadas.
Antepulsion cervical.
Los parpados caídos hacia el final de su recorrido.

Hola, que tal.

martes, noviembre 19, 2013

domingo, noviembre 17, 2013

Pero claro que era cierto. Soltaba el lazo de raso de entre las hojas secas y volvía despacito pero sin dudar, con el dolor de saber  lo que estaba soltando, que-estaba-soltando-     lo.
(No pasaba por alto que todavía quedara un jazmín antes del verano.)
Claro que lloraba en los rincones más silenciosos, en las  frutas más amargas, en las pausas del patio de atrás. Así y todo seguía aflojando. No tenía  fuerza para otra cosa más que para soltar. Sabia también, que soltando lo ataba, lo retenía en la ausencia de motivos para dejarlo ir.  
El vacío intolerable cuando no hay respuestas, esa misma incertidumbre que arrolla. La espera de lo que va a venir. O no. Las manos llenas de nada. Un reflejo innecesario. Una despedida que nadie quiere hacer acto, una percepción de la que no queremos la respuesta.


 (Un código que me da la certeza cuando no es lo mismo que este o no tú presencia.)

miércoles, octubre 23, 2013

Tema Libre

Entro una vez más por esos largos pasillos con puertas blancas, todas están numeradas. En cada una, se enrolla un ovillo distinto. Todo parece salpicar de confusión la espera.
Malena lanza preguntas como un pescador lanza la línea al agua, con la ilusión de la recompensa cuando se es paciente. Pareciera que algo va a jalar desde lo profundo.
Esta inquieta, porque sabe que al abrir realmente una de esas puertas puede destellar el vacío o lo obvio, lo que siempre estuvo ahí, lo que transcurre hoy sin forzarlo: el dolor al despegarse de los juegos inflexibles, de las piezas de mármol, de las espaldas que han sabido lastimarla.
 Al vértigo oscuro se lanzó sin pensarlo, sin embargo, elegir algo y tomarlo de la mano sosteniéndolo, casi la desnuda por completo. Es el afirmarse sin culpas,  un trazo que esta tan seguro de ser que no necesita borradores, va y viene inalterable.
Malena baila con su espejo, se repite y se reta por esto. Se come así misma y se transforma en energía, se saca a pasear, se disfraza y se desviste. Se escribe en la mano lo que no quiere olvidar para después lavársela y así, desatarse. Su forma la expone, no tiene horarios.
De vez en cuando descubre algún recuerdo: las figuritas abrillantadas, la muñeca preferida, el salto de dos en dos en cada escalera; la prisa arrolladora, los cuentos infantiles que la mama le regalaba, las uñas mordidas, nadar en la pileta con su papa; la inquietud ante la ausencia, la poca astucia que desvela a la torpeza.
Malena se recuerda, se danza, se abraza, se empuja y se va a buscar en los amplios pasillos, en habitaciones que abre o cierra de un portazo. Se sienta en el borde de la cama a soñar, se desorienta en el camino y baja corriendo para no perderse la conversación que sus hermanos están teniendo en la cocina.

miércoles, agosto 07, 2013

¡Gracias Eugenio por tus propuestas!


El marco de hierro del espejo que estaba pintado de negro, recordaba algún garabato convencional de dibujos que se hacen cuando uno conversa por teléfono, media aproximadamente un cuarto de pared; era moderno, simple, demasiado sincero.
Cuando Joaquín entraba a su departamento de la calle Campichuelo, casi siempre veía su reflejo contra la pared que tenía en el fondo del living.
El día domingo 5 de noviembre, corrió más de dos horas alrededor del Parque que tenía a dos cuadras, buscando desacelerar sus ideas. Roxana había vuelto a dejarlo, seducida por la duda romántica, cruel, dramática, tan mentirosa.
Esa noche al regresar, noto en el espejo una mancha como de plomo, sin darle importancia fue a ducharse, posteriormente a tomar agua, y luego a recostarse a mirar una aburrida película de final de fin de semana. Exhausto por la angustia, fue quedándose dormido sobre el sofá cama. Al despertar, noto que la mancha de plomo era un poco más grande, se acercó y observo algunas pequeñas gotas de agua entre el vidrio y la madera que lo sujetaba detrás. Sin comprender del todo, fue al trabajo como todas las semanas desde hacía 10 años. Durante todo el regreso sintió un hueco a la altura del plexo solar que fue transformándose en una sed sofocante. Para calmar esa sensación, tomo la jarra de la heladera con las dos manos e incorporo en su cuerpo todo el contenido que había dentro de ella. A la mañana siguiente, volvió a notar que en el espejo una gran isla de plomo avanzaba hacia la zona media, y junto con ella las gotas de agua ahora formaban una laguna mediana.
El siguiente fin de semana, no solo Roxana se había paseado frente a su balcón exhibiendo un vestido escotado, tomada del brazo de otro hombre, sino que además, una feroz tormenta había tirado el árbol que tenía enfrente. Ahora Joaquín, solo veía otros balcones, un paisaje monocromático absorbía el aire. A esta altura el ardor de los ojos era tal, que resolvió sumergir la cabeza debajo de la ducha.
El lunes que el espejo era casi un rectángulo cromado en la pared, puso en venta el departamento que se vendió rápidamente. Cuando el vendedor llamo a Alta Gracia para darle la noticia, lo primero que le comento fue que era admirable la forma en que el espejo que tenía en la pared refractaba la luz que entraba por la ventana, seguramente no habría sido sencillo mantenerlo sin siquiera un solo rayón.

martes, agosto 06, 2013


El Camino de las Casuarinas, tiene algo de magia cuando uno mira el cielo verde, que más parece un hormiguero invisible entre las ramas altas de los arboles que se cruzan entre si y acompañan al costado.
Es una ruta colmada de curvas cóncavas y convexas, una reunión de especies antiguas de las que podría decir casi con certeza que conocen de mi, mucho mas de lo que cualquier otra persona corriente de hoy. Guardan mis secretos casi como si fuera yo misma quien dominara su expresión, pero no. Este es un camino cuya existencia decide ofrecerse ante los ojos de solo algunos, que caminando metidos entre la corteza supieron observar lo que no se esconde nunca y por eso mismo casi nadie nota su presencia.
Va sorprendiéndote en cada vuelta, despliega su sustancia de formas extrañas, hasta absorberte en un viento inexplicable, va fusionándote sin darte tiempo a tomar noción de ello. Es un espíritu de bosque acosado por la metrópoli.
Un día de esos en que todo sucedía sin tiempo, descubrí la porción de cuerpo que me faltaba, en su forma irregular, su color de tierra y pisadas. Estaba justo debajo de un Lapacho Amarillo, fue como si estuviera esperándome, como si hubiera venido a buscarme. Rodó conmigo todo el camino, cruzo de mi mano las calles, se detuvo un instante en la plaza circular y continuamos hasta el pasaje de flores rosadas. Latía, puedo asegurar que latía conmigo como si nos conociéramos de siempre, ese vinculo que no necesita nada mas que la imagen concreta del otro en frente. De esa manera conocí a Francisco. De esa misma manera fuimos dejándonos encontrar, cuando el camino así lo quería. Hay momentos en los que de tanto mirar la primer porción, siento como si pudiéramos comunicarnos en la distancia. También se, que por mas esfuerzo que haga, nunca va a saber que le he escrito tanto, que siempre estoy llamándolo. Con el transcurso de los años creo haber aprendido a darme por vencida y aceptar su encuentro cuando las corrientes de aire cambian su rumbo, cuando el sol cambia de frente.
Por la misma razón que abrió el juego esa tarde de Octubre, el pedazo irregular de tierra y pisadas, sigue en la esquina de mi habitación, porque es el tormento pluriangular que a veces prefiero, cuando no renuncio a la fantasía y dejo que lo probable me invada. Su giro se detuvo un día cuando rodando fue a quedarse quieta en el ángulo inferior, justo en diagonal a la ventana que daba al patio de su casa que nunca pude conocer, no puedo detallar el momento, porque no sé cuándo ni cómo sucedió. Se detienen los recuerdos y flotan alrededor nuestro cuando nos atraviesa una luz invisible de juego joven, flota el polvo cada vez que recorro el Camino de las Casuarinas, la esperanza terca que sabe que nunca vamos a encontrarnos ahí, porque sería demasiado mágico y entonces el enigma resuelto me dejaría en paz y terminaría de matar los sueños.

miércoles, julio 17, 2013

El enemigo peor, ese gran saboteador, siempre sera uno mismo y ese miedo a estar mejor...

martes, julio 16, 2013

Gloria.al.taller.literario.

Me quede sentada frente a la ventana que daba al patio de casa, todavía era de día. Sinceramente no quería enterarme en profundidad de lo que pasaba o de lo que había pasado, ni siquiera quería saber la hora. Mi mente y mi cuerpo estaban enfrentando silencios colmados de ruidos, temía que cualquier movimiento activara el recuerdo.
Miraba fijo la pared descascarada del fondo, ni el perro ladraba. Escuche temblar la escalera de hierro, suponiendo que alguien bajaba. Escuche abrir el grifo, adivine la hornalla, adivine el nebulizador. Observe mi pies, mis piernas, sentí la tibieza de mi piel afiebrada.
Cuando oscurecido, alguien que respetaba mi silencio prendió la luz.
Creí oír un fósforo prendiéndose y el recuerdo comenzó a circular por las calles de Once; fue tan invasiva la imagen que tuve que taparme los oídos como si de esa manera pudiera tapar las imágenes que venían a hundirme en las baldosas rojas.
El instinto de preservación que tantas veces rechacé me estaba obligando al mostrarle la espalda al mundo que sujetaba lo común, aquello que pone en evidencia la continuidad inevitable de los días.
Volví a oír el nebulizador. Como encaprichada, estaba eligiendo cerrar el paso al lenguaje que no necesita los ojos. En realidad, cerraba el paso a cualquier contacto que verificara que estaba viva.
Seguí ahí sentada, adivinando o imaginando por los sonidos que elegía escuchar, alguna cosa de hogar, alguna cosa corriente.
Siguió mi espalda enojada, agarrándome fuerte a la ventana, siguieron mis ojos durante muchos años, queriendo evitar el recuerdo.

martes, julio 09, 2013

Todavía llovía cuando Rosario salió al jardín del fondo. Camino hasta el cuenco que estaba colmado por el agua que escurría el rosal y fue hasta la galería apoyándolo con cuidado, los pétalos flotaban en una danza circular. Alguna gota que resbalaba por el limonero mojo su frente, después el bordado del vestido hasta los pies. Olía la tierra revuelta, el vapor que subía, la facilidad para extrañar las cosas que duele soltar, como el pasto al agua condensada que se vuelve vapor cuando el calor agobia. Así, Rosario soltaba: de a poco, con sumo cuidado.
Se sentó a observar el cuenco hasta ser absorbida por las vibraciones. Su cuerpo, que latía en la misma sintonía, buscaba formas escondidas intentando descifrar jeroglíficos perdidos que guiaran el pensamiento. La madera estaba helada. Cerró el suéter de algodón botón por botón despertando los dedos en ese trenzado tan exigente en la motricidad que implica, que es mejor no dejar de concentrarse, y sujetó el pantalón a las piernas para hundir los dedos de los pies en el suelo.
Nuevamente camino hasta las plantas, les dio la vuelta y regreso a la galería. El cuenco continuaba inalterable en su existencia, sosteniendo el agua que se mecía. Hizo girarla con uno de sus dedos índice que después sacudió en un vaivén sutil que dibujo una curva, que hizo eco en el brazo, en el torso, en la espalda, transformándose en un giro, en un camino de barro sobre el piso de roble viejo. Eran curvas pronunciadas, escondidas, arrepentidas, seguras, definidas, algunas casi invisibles que movían las rectas pequeñas. Una ondulación infinita, que no tenía principio ni final, una piel que hablaba y resolvía sin lugar a la conciencia. La escena era única, el público acomodado alrededor aplaudía cada vez que una ráfaga aparecía. Rosario continuaba más cerca de ellos, miraba de cara al cielo, abría el paso fresco a sus órganos. Circulaban energías que alimentaban la imagen, que cantaban susurrándole al oído. El corazón se aceleraba, el pecho ardía y se relajaba, abría los ojos, todo el espacio. Cuando sintió que la pausa la llamaba, se acercó al cuenco nuevamente, tomo el agua que tenía dentro, comió los pétalos y con lo que sobro humedeció lo que quedaba seco de su territorio. Sonrió, agradeciéndoles y apoyando cada parte de sus pies entro a la casa, dejando la puerta abierta para no olvidarse nunca de la danza y su esencia.

jueves, junio 20, 2013

Es tan claro que la verborragia me saque de los apuros, que dejo que vaya sucediendo.
Una sierra azul, un árbol frondoso, unas ramas que van soltando sus hojas. Un sendero largo que va llevándome al techo, un cuerpo tosco que quiere liberarse.
Sed de ser todas juntas, en todas partes, una que saciaría la exigencia mas rígida. Movimientos que sueltan a su paso tensiones viejas, amarguras que no me dan tregua ni siquiera cuando duermo.
Ideales demasiado firmes en un sistema de homogéneos. Heteroidealista en la medida que te acepto, homoidealista en la medida que no renuncio a mi misma.

miércoles, junio 19, 2013

En el patio de mi casa un rosal blanco estaría intentando tocar el sol.
Detrás el caracol avanza hacia su hoja, delante sube el humo enredándose en las espinas.
Un aire de otoño viejo me empuja hacia el interior de mis brazos, que fríos, intentan tocarse.
La cueva-casa me espera que volver a atraparme, yo voy escapándome por el quinto renglón.
Una frase que salva, un sonido que calma. Es el mismo silencio, el que ocurre.
Una anormalidad sin ganas de cura, un faro que ve y no entre la niebla del mar que atropella.
Un paisaje de mundos, un cielo medio gris, medio blanco, medio todo. Y algún rayo asomándose en el eterno ocaso que siempre espera la luna.

lunes, junio 17, 2013

… your love is a sweet addiction…
Hacía suficiente frío como para que nadie estuviera en la terraza de la casona donde se festejaba. Ya había llegado riéndose de su torpeza, casi toca el timbre en otro lugar, por no querer sacar la nota que llevaba en su cartera. Una madrugada de sábado, no deja de ser madrugada para alguien que duerme.
Fumaba con su amiga, en medio de una conversación sobre cosas que casi no tenían sentido, latiendo un encuentro que no sucedía, cuando no probaban hacer verticales contra la pared o inventaban historias sobre los huecos del borde añejo. A lo lejos se escuchaba la música que bailaban los demás, solo aumentó la claridad de la escucha cuando Francisco abrió la puerta. Dudando en su avance, sonrió sin sacarle la mirada de encima, recibiendo algún gesto con la cabeza, como queriendo saber más. Entonces confeso que había una energía que andaba llamándolo desde algún lugar. Ahora sonrieron del otro lado de la baldosa y contestaban: “Podría decirse que andaba necesitando tus ojos...” Y sobre todo, la distancia sutil que solo puede percibirse cuando dos casi se rozan.
Hacía mucho frío, el humo del cigarrillo tomaba protagonismo cuando una tercera buscaba dialogo con un cuarto que no estaba.
Francisco caminaba hacia atrás, balanceando el peso, trasladándolo de un pie al otro. Cuando estaba por apoyarse en una pared, detuvo la marcha al tiempo que Malena se tomaba la bufanda por los extremos llevando su cabeza hacia atrás, desafiándolo mientras los labios esbozaban alguna sonrisa que poco se dejaba ver. De nuevo la conquista del gesto. La carcajada sutil que describe el acto que está por venir.
Fueron a sentarse al sillón que estaba en la sala principal de la casa. Uno, cuya consistencia permitía que todo aquel que se sentara quedara atrapado entre el cuero viejo y sucio por el uso continuo. Malena, le confeso que tenía miedo de ir hasta la cocina a buscar una cerveza, porque presentía que cuando volviera, alguien mas estaría en su lugar. Francisco la tomo por la cadera tirándola hacia abajo e intento levantarse de forma decidida, Malena lo tomo por la cintura, lo sentó y se levantó más decidida que él. Apareció quince minutos después de haber mantenido una conversación rarísima sobre los colores del tutti frutti, Francisco volvió a reírse mientras golpeaba despacio el lugar en donde estaba sentada: “Vení para acá”.
Acaso el cuerpo es el mejor recurso para decir las cosas que las palabras ensucian, por lo que un frente y el otro se observaron detenidamente, los labios andaban esperando, postergados, un turno que nunca llegaba.
-“Vamos a bailar”
-“No”
-“Dale, vamos”. Los ojos de Malena eran inmensos, los de Francisco seguían siendo profundos.
De nuevo el vaivén de peso del talón a un costado u otro de los pies, los trasladaba hasta el ventanal que daba a la calle. Sobre Fragata Sarmiento, la humedad cubría las veredas; sobre el piso de madera, aquellos dos se disfrutaban. Las luces del barrio chino cubrían las paredes blancas, un ambiente cálido abrazaba el deseo, la música seguía convidando temperatura, generalmente la piel no miente. Bailaban casi abrazados, respirándose con tanta pesadez que aquellos ojos tenían que ir fijándose al suelo para no perderse. Francisco tomaba por la cintura a Malena, que estremecía en el contacto moviendo el hombro, del mismo lado que era tomada, hacia abajo. Movía su cuello sacándose un poco el pelo de la cara, encontrando la mirada de Francisco, y volvía a acercarse. Ahora una cadera y una mano bailaban una danza propia, la cadencia contagiaba el aire de secretos que empañaban los vidrios de adentro hacia afuera. Nada más humano que el juego incansable del tacto, el dialogo sincero entre los sentidos.
En el amanecer sin sol bajaron las escaleras hacia la salida. Una vez más se encontraron en el abrazo, en el cuello, en el beso que duda en la mejilla, en las manos que no se separan, en las palabras que no los dejan ir…en la yema de los dedos que no se despegan, en la huella que queda en el cuerpo tan marcada que los acompaña hasta su imaginación incansable, hasta la ansiedad intolerante que espera el próximo sueño.
Era un aburrimiento sumamente desequilibrante. Sabía que estaba yendo hacia esos lugares pasajeros, intensos, tan envasados al vacío. Luchaba con pocas ganas por salir de los estanques en que se encontraba, le daban un consuelo peligroso cuando la realidad no era lo que esperaba.
Demasiadas expectativas puestas en aquello que insiste con el llano, que lo prueba en cada rincón de lo fantástico cuando es derrotado por lo concreto.
Pasaba, ahora, con un registro más profundo. Era cuestión de despedirse de la imaginación oscura. Enfrentar nuevamente la tristeza, hacer el duelo en la renuncia a los caprichos. Enfrentar lo cotidiano recordando que, a lo que vivía, los demás le daban sentido en la medida en que ella lo encontrara. Siempre una búsqueda atenta y sincera.
Ah! Y que a nadie se le ocurriera poner en duda su amor, cuestionar su sensibilidad. Si el mundo la lastimaba…bueno, eran cosas que tenían que pasar, antes que vivir anestesiada. No iba a mentirse a ella misma, no quería dejar de sentir. No negociaría jamás su observación, era capaz de superar algunas instancias de lejanía, sabía que en algún momento terminaría, era cuestión de tiempo.
Ya conoce el regreso, sabe que tiene que hacer el esfuerzo, una vez más…dejarlo ir. Supongo que esta vez, con la certeza de saber que puede sostenerse igual. Es cuestión de nunca olvidarse de respirar.

miércoles, mayo 29, 2013

Juana salpico la luna. La luna escupió lo que le quedaba de saliva en su órbita. Mariano giro tres veces seguidas fuera de su eje. Sin querer una acción generaba la otra, sin saberlo siempre estaban tocándose.
No contaron nunca con la posibilidad de quedar del mismo lado, cuando uno salpicaba, el otro giraba y sino alguno de los dos se trasladaba a otra galaxia. Las dos caras de géminis no se ponían de acuerdo.
En Paternal, Juana rayaba la cascara de un limón. Por algún lugar cercano, Mariano cocinaba un bizcochuelo de manzana. Mariano cantaba los domingos, Juana bailaba los jueves.
Cuando la luna está llena, Juana se le acerca más y Mariano también. Hay eclipses que son imperceptibles.

martes, abril 30, 2013

Las líneas que dibujan tus ojos, son dos gotas horizontales de fuego. Con los míos, van dibujando esa mitad infinita de mundo que no nos deja huir del amor. Es esa sensación genuina de la sinergia energética cuando nuestras pieles se tocan.
La certeza de que todo está ahí metido, que cada tanto se esconde y vuelve una mañana gris, un instante sagrado.
No es más el vértigo del paso sobre la duda sinuosa, es uno diferente cargado de ansiedad y riesgo. Es tirar todos los dados de una vez y dejar que salga el número que salga. A ese resultado encontrarle la vuelta o moverlo en cada beso, separarlo si es de más, acercarlo si es de menos. Consiste en una búsqueda de infinita paciencia, de confianza desafiante.
Agarrarnos de la mano cuando alguno pierda el por dónde, como marcando la página del libro que tenemos que recordar cuando el olvido quiera borrar lo que sentimos la primera vez que nos vimos. Hay algo en la esencia que nos une, algo sincero y directo al corazón.
Te amo con las mismas ganas que te odio, por eso te elijo. No se ser de otra manera.

viernes, marzo 29, 2013

Hay un silencio audaz en la mañana. El tren que no tomo, el canto que se esparce en el olor a fresno. El sol metiéndose por la ventana. Un motor interrumpe, algún pájaro responde.
El reflejo del alma sobre el empedrado. Mi barrio. Su túnel innecesario, las ramas por el suelo, el viento que sostiene, la campana de una iglesia a la que nunca fui.
La esquina que doblo mi perro durante tantos años, mi casa mutando como el resto de casi todos los frentes. Personas ajenas que nos descubren sin que queramos. El baldío de al lado que siempre nos regala insectos nuevos. Mis vecinos que siguen creciendo, igual que mis hermanos.
Siempre esa calma de fin de semana hipnotizándome, llamándome a seguirla; esas ganas de absorberlo todo, de no irme nunca o llevarlo conmigo a todos lados.
Yo siempre queriendo a mi barrio.

domingo, marzo 24, 2013

El desgano viene soplando en esta tarde de otoño reciente. Dentro de mis oídos vibra tu voz, a pesar del silencio.
Los recuerdos frescos de nuestros intentos de amor me someten a la ansiedad repugnante cuando elijo sin querer del todo.
Me distraen las ideas que quiero espantar y no se van. Hace años que las eche pero ellas, okupas insistentes, siguen rompiendo los tendidos eléctricos, tiran abajo las paredes y levantan otras innecesarias.
Mi cuerpo todo parece un edificio en ruinas. Pobres ventanas clausuradas, aguantan el calor y el frío de la intemperie y dan sombra a las habitaciones de acá adentro.

jueves, marzo 07, 2013


Cuando se tragó las lágrimas y aguanto la amargura. Fue en ese momento que Malena enterró el dolor viejo para volver a seguir adelante. Estaba cansada de sentir que mendigaba contención, o el amor que no hace falta pedir.
El colectivo cruzaba Palermo, mientras pensaba y se frustraba con su falta de decisión, con su inseguridad.
Oscurecía la tarde en la ciudad y se acercaba la desesperante hora del sin sentido. Su mirada atravesaba la tragedia, esas sensaciones antiguas que nunca pasaron de moda.
Volvía a pensar demasiado, a mirar el costado de la injusticia que busca ventaja en los trayectos sin vida. Una vez más, teniendo que recordar la inevitable muerte en lo que el ser humano no quiso evitar.
Por ahí, el resto se siga tratando de eso: el misterioso correr del tiempo.

miércoles, febrero 20, 2013


Deje sonar a Goran Bregovic. 
La tarde cayendo junto a la lluvia de verano, impulsó mi imaginación hacia un lugar sin nombre, donde me pido a mí misma salir al fresco camino de la motivación hecha acción.
No sé si alguna vez dentro de los infinitos intentos, lograre al fin desencajonar los impulsos innatos, pero supe que una vez más quería meterme en ese camino. Hay infinitas sombras en la luz del día y en la noche sin luna, pero animarme a seguir no es poca cosa. Creo que hoy el mayor desafío que encontré es dejar que fluya sin tanta duda, o aun con ella.