jueves, septiembre 28, 2006

Las partículas flotan en el aire. Lentamente va conformándose una nube grisácea, el polvo va envolviéndola.
El sol va filtrándose por la ventana, las agujas del reloj acusan el paso de las horas; apurándolas, voy deseando.
Las pisadas en el asfalto repasan el proceso por el cual fui midiendo las eternas distancias.
Lánguidas figuras, como sombras fugaces, rodean mi cuerpo. Voy trasladándome a la par de una suave brisa.
Tomo cortos tragos de tranquilidad cuando asumo la tarde y tu compañía es tan necesaria…
El agua tibia calma mi espíritu, ocupa mis movimientos en intervalos calidos donde el pensar se vuelve intolerante.
No hay ruido que no me haya invadido, fui escapándole al desconsuelo enfrentándome al reflejo que irradia el pasado mas cercano; perseguida por el dolor, enrede hilos trabando salidas inmediatas.
Qué inevitable lagrima me hace caer en la cuenta al desgarrarse mi corazón, que ya no late como antes.
Diferente a todo, la luz enceguece la mirada, complicando el transito hacia un ser mas humano, reinventado, ocupado en ideas algo imprecisas.
La mañana va mostrándome algo similar a las soluciones cuando dejo que el resplandor dorado acompañe los intentos por evitar caer nuevamente, postrada, aturdiendo un interior que no quiere volver a derrumbarse, que da batalla a las ganas de lo que no puede ser, rodeada de negativas y posibilidades que de a ratos conforman…