martes, octubre 10, 2006

Octubre

De golpe el cielo oscureció y yo detuve mi lectura.
Fue el intervalo más placentero porque, entonces, pude ver como la lluvia hacía burbujas en el patio.
Saque el agua del fuego en el instante en que ésta hervía mientras una guitarra de fondo interrumpía el silencio.
Es realmente mágico su sonido al caer, es admirable como empapa todo lo que hay debajo, como va limpiando.
Su música envuelve y llena, va dándole color a la tarde, al cielo y éste a las paredes medianas que lindan con la medianera vecina.
Me despeina, caprichosa, generando desorden entre paraguas que chocan, gente que corre, huyéndole, baldosas flojas, charcos de barro…todo lo embarra y ésa es la contradicción más grande de la jornada.
Sus gotas van tomando forma, van ocupando espacios metiéndose en los recovecos; de vez en cuando, según su espesor, hasta molestan.
Qué gracia tiene cuando el viento la hace bailar, aunque enfurecida a veces acabe con todo.
Entonces, como si nada, se detiene. Una figura humana pasa delante mío y vuelvo, dejando de volar, a la superficialidad teórica: “…la teoría clásica no divide las aguas entre una democracia real y otra ideal…”