viernes, septiembre 23, 2005

En puntas de pie

Esperó que llegase para sentirse mejor cuando le avisaron que tenía un retraso.
Los retazos de tela no se pudieron teñir a tiempo y quedo varado en aquella estación.
La luz se esfumo como si nada y quedo a la deriva sin rumbo fijo.
Con el alma inquieta y su cuerpo paralizado, no llego a identificar las sombras que sentía a su alrededor.
Suplico no estar ahí, no quiso sentir más temor, no creyó que sea necesario en ese momento, no quiso oír, no quiso oler, no quiso ver.
El miedo era lo único que daba vueltas en su cabeza y un puñado de imágenes sin sentido en ese fracaso de la vida, en ese triunfo del destino.
Nada de lo que estaba sucediendo tenia razón de ser, sin embargo llegaba a comprender en un suspiro todo cuanto le habían advertido.
Ningún armado teórico le sirvió para salir del paso, ni siquiera su verso preferido, su frase predilecta.
Quiso recordar alguna melodía, el sabor de aquellos labios tan dulces…pero nada.
Comenzó a extrañar el sol, el atardecer en aquella esquina, la lluvia en sus pies, su mano en su hombro, las palabras cómplices, sentarse a su lado en silencio.
Entristeció, se desesperó, con tal solo pensar en la ausencia de aquel que lo acompaño en su corto pero intenso camino hasta ese momento recorrido.
Llego a sentirse cual pluma al viento en el instante en que le retumbo en el tímpano un grito y busco desperado alguna señal que verificara su humanidad en ese andén. Sus ojos ardían, las fosas nasales eran tubos colapsados, su pecho oprimido…el aire no entraba.
Cuando pudo reaccionar, se vio recostado en alguna calle de alguna ciudad, en algún lugar, pero la visión solo percibió a aquellos que con el viajaban y, hoy tenia la certeza, seguirían viajando en cada crepúsculo.