viernes, mayo 04, 2007

La calida tarde de otoño me recuerda cuántas cosas quise hacer.
El silencio del barrio me conmueve, su color, su olor, su abrigo: pertenezco.
Sé que siempre se trata de mí y de vos volviendo cada vez, en la ruidosa realidad, entre el murmullo de la gente.
Recorro las cansadas baldosas, las avenidas maltratadas: voy por la misma calle, al mismo lugar.
Adquirí cierta sensibilidad buscando consuelo, llegué a creerte inmortal cuando las emociones avasallantes no me dejaban pensar.
Cada vez con menos frecuencia revolvés mi corazón, cada más fuerte, te tolero.
Aprendí a convivir con mis ideas, a salir adelante enfrentando imágenes que lastiman: tu historia y mi inexistencia plena.
Sigo dedicándote mis sueños, a veces. Otras tantas supero como puedo la certeza de que existo y transcurro, y me hago cargo de mi lugar en un mundo que todavía poco me atrae,
Tengo un triste corazón, melancólico y enfermo. Voy buscando lo que perdí, recuperándome, afirmándome en la noche que me vio caer rendida, sin pelear.
Hoy doy batalla, no audaz, ni osada.
Acá estoy, arriesgándome de nuevo al vivir. Descubrí que puedo ser más allá de vos, que puedo quererme.
Perdí el alma y la noción del dolor, anestesiada me escape del terrorífico desconsuelo. Me pregunto cuánto más hace falta que entienda, si hacía falta tanto.
Capaz de identificar algún que otro sentimiento intento evitar el vacío. Es recurrente en mí esa sensación como tantas otras, entre ellas el desamor.
Quiero poder amar sin que el miedo me domine pero el vértigo me puede más de la cuenta y tu vivo recuerdo confunde mi malestar con otra cosa.
Ambiciono la tranquilidad, sin proponérmelo como un desafío porque el desafío me juega en contra.
Toqué el fuego más infernal con mi alma, ardió mi cuerpo, y sin más, golpeé las puertas del cielo cuando un ángel rescató mi humanidad.
Lloro mis elecciones desmedidas, seco mis lágrimas y vuelvo a llorar: es que este mundo es un caos sin amor; y en estos casos la razón me falla porque no entiendo por qué me toca a mí y por qué no.
La bronca entonces aparece y todo se vuelve un infierno. Es un ciclo que antecede al dolor, al duelo.
Me repito que ya va a pasar; mientras tanto espero.

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