Al pie de la montaña se saco las
sandalias. Subió con algo de esfuerzo, mientras esquivaba alguna espina de los
rosales que respondían al eco de su espalda. El vestido era tomado por algún
yuyo del sendero que no estaba marcado. El
pelo iba dando vueltas por su cuello, respiraba tierra. El amanecer despabilaba
sus ojos, mientras sus oídos iba siguiendo al viento que susurraba entre los
arboles viejos.
Los labios, que durante tantos
años habían logrado tomar la suavidad de los pétalos, ahora eran mordidos con
rabia por unos dientes que ya no distinguían una fruta de la otra, y una lengua
que solo sabia cantar en silencio. Debía recordar los motivos.
Algún roedor la acompañaba en la
distancia. Algún insecto le daba vueltas a escondidas. Todos estaban atentos. Malena
revoloteaba en forma irregular, cuando alguna idea oscura la atormentaba
demasiado.
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